martes, 27 de enero de 2009

¡Desaparecido en el PRI!

Salvador Muñoz
Los Políticos

Nadie notó su ausencia…
Todo un ícono del PRI, una idea, un proyecto, un sueño que seguir y nadie notó su ausencia.
Sus palabras, repetidas hasta el cansancio por los militantes del PRI, por sus amigos, por sus seguidores… y nadie notó su ausencia.
¿Desapareció? ¿Fue secuestrado? ¿Una abducción? ¿Algún hoyo negro en el edificio del PRI estatal lo jaló que hizo que se perdiera en el infinito y más allá?
Lo buscaron por todos lados pero sin resultado positivo…
Ya fueron a la bodega… ya fueron a las oficinas del dirigente… ya fueron a la cochera… ¡pero nada! Ni un rastro que denotara su presencia…
¿Acaso los mismos que desaparecieron a su verdadero asesino –como plasma la leyenda urbana– fueron los que se encargaron de borrarlo de la faz de la tierra… o del PRI estatal, más bien dicho?
Dicen –por favor a mí no me crean porque sólo soy el instrumento de los rumores, de los que no tienen voz ni voto y sólo transcribo lo que escucho, lo que se cuenta, lo que se platica en los corrillos– que cuando el dirigente se percató de su ausencia, llamó al procurador Mikel Rivera para que atendiera de inmediato el posible secuestro, rapto, desaparición o abducción (no podían quedar descartados los marcianos… ¡aquí todo mundo es sospechoso), por eso, si alguien vio a su enlace de prensa el pasado lunes, fue porque estaba asignado al caso.
El primer sospechoso, por supuesto, tenía que ser Inocencio Yáñez Vicencio… no sólo por el nombre (todo Inocencio es sospechoso hasta que se demuestre lo contrario), sino por el cargo.
Sin embargo, a pesar de las técnicas de interrogación de los “judas” (hoy pomposamente llamados ministeriales), prevaleció la máxima judicial en la que no hay menor duda de que Chencho no era el culpable: ¡Pedro el Toro es Inocencio!
Fue necesario que el secretario de Seguridad Pública acordonara la manzana aunque a ciencia cierta no había la Seguridad de cuándo, cómo, a qué hora, habría ocurrido la desaparición, el rapto, el secuestro o la abducción…
Claro, fue la oportunidad que esperaba para estrenar a la (por Dios… quién se quemó el coco para ponerle así) FIEL (Fuerza de Intervenciones Especial Ligera), ese grupo especializado antisecuestro integrado por elementos altamente capacitados de la SSP y la PGJE… El operativo fue aparatoso… llegaron helicópteros, carros tipo SWAT, armamentos especial y… ¡no hubo nada! El PRI-mer fracaso del Grupo FIEL…
El gobernador –lamento ser el conducto para que se entere– no supo del caso, bajo la premisa que le aplican muchos de sus funcionarios: si menos sabe del problema, es probable que no exista.
De seguro había más de un pez gordo en este caso, dijo Mikel y de inmediato, su enlace de prensa mandó a detener a Mario Lozano, Eduardo Roura, Quetzal y otros, a su juicio, que incurrían en “sospechosismo”…
Tras una exhaustiva interrogación tuvieron que dejarlos libres pero en la desesperación, estuvieron a punto de crear un “chivo expiatorio” que más bien sería “Quetzal expiatorio” aunque muchos aseguraban que parecía “Totolito expiatorio” y al final quedó en “Pavo al Horno”.
Carvallo acudió a los dieces que sacaba en la UNAM, armándose de serenidad y paciencia, mucha paciencia, y bajo el dogma de que quien domina la mente lo domina todo, pidió ir a la génesis.
Entonces, llamó a Consejo Político extraordinario del PRI y nombraron una comitiva para investigar –tras la triste actuación de Mikel y de López Esquer– la extraña desaparición, rapto, secuestro o abducción (¡exacto! Tampoco Carvallo descartó al fenómeno extraterrestre).
Una vez integrada la Comisión Investigadora –de la que se omite nombres de los priistas integrantes por su propia seguridad pero se dan los de Jaime Maussan (Nuevo Milenio… nada que ver con el capi Montano), Carlos Trejo (Cañitas… nada que ver con Juan Chuperto) y José Gil Olmos(Los brujos del Poder… nada que ver con los Jorge, Uscanga y González Azamar)–, acudió al lugar de los hechos: mero a la entrada del edificio del PRI.
Uniendo sus poderes, su conocimiento y su investigación, pidieron a Carvallo que llamara a cada uno de los antecesores…
Y entonces se llamó a Pepe Yunes, quien en su cara reflejaba la transparencia de quien nada debe y nada teme… ¡no sabía nada al respecto!
Se requirió entonces a Ricardo Landa Cano, pero con el caballazo difícilmente recordaba algo…
Fue entonces que acudió Edel Alvarez Peña… empezó a caer en contradicciones, tartamudeaba, sudaba, se aflojaba el botón del cuello y tragaba gordo (valga la expresión) ¡y no aguantó la presión! ¡Soltó la sopa!
“¡Yo fui! ¡yo fui! ¡No quise hacerlo!”
El caso estaba resuelto. Edel Alvarez Peña había olvidado traer de vuelta el cuadro de Luis Donaldo Colosio, que imponente, lucía en la entrada del edificio del PRI estatal y que pronto, gracias al excelente trabajo de la artista Katy Torres, habrá de seguir majestuoso observando la llegada y salida de sus militantes.
¡Bien por Carvallo! ¡Caso resuelto!

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